lunes, 18 de enero de 2016

CONCURSO TRANSFORMER II ABRAPALABRA

Antes de Navidad, Noemí nos propuso un concurso de cuentos. Había que cambiar una historia de un cuento tradicional por algo relacionado con la Navidad. Mi idea fue adaptar el cuento de Ricitos de Oro. Todos lo hicimos muy bien.

Los tres ganadores del concurso fuimos: Guillermo Enguita ( 3º A), Fátima Gonzalvo ( 2º A) y yo ( Iustin)
El premio fue un huevo Kinder grande con una sorpresa dentro.
Me gustó, ya que nunca había ganado un premio así. Me sentí orgulloso. Escuché una frase muy guay." Todos somos campeones en nuestro interior"
Aquí os dejamos unas fotos de la entrega de premios y los tres relatos ganadores

 

Caperucita Roja  ( Guillermo Enguita Lahoz 3ºA) Primer premio


Había una vez, hace mucho una noche de Nochebuena, en un país muy lejano, una niña a la que llamaban Caperucita Roja, porque siempre llevaba una capa roja con capucha que le había hecho su abuela, a la que quería mucho.
Todos los años para Nochebuena su abuela iba a cenar con Caperucita Roja y su madre. Por desgracia ese año no pudo ir, ya que estaba enferma. Su madre le dijo a Caperucita que fuese a casa de su abuela para hacerle compañía y llevarle un poco de la cena que había preparado.
Caperucita cogió una cesta y la llenó con la carne y el pastel que había preparado su madre. Se despidió de su madre y salió de casa .Después, se dirigió hacia el sendero, que atravesaba un bosque, que conducía al pueblo en el que vivía su abuela.
Era de noche y hacía frío, pero aun así Caperucita se paraba a observar todo lo que encontraba por su camino y a explorar cualquier lugar que pareciese interesante. Durante un rato paseó tranquilamente, sin ninguna preocupación, hasta que se encontró con un lobo.
Todas las personas del pueblo decían que el lobo que vivía en aquel bosque era un lobo muy malvado y despiadado, que se comía a todas las ovejas de los rebaños y atacaba a la gente que se perdía en el bosque. Caperucita asustada, al verlo soltó la cesta y empezó a correr.
El lobo intentó seguirla y al poco rato la alcanzó. Para la sorpresa de Caperucita el lobo no le comió, en su lugar le dijo: -¿Eh por qué huyes de mí? , no te he hecho nada. A lo que caperucita contestó: -¡Porque todos los del pueblo dicen que eres malvado y que atacas a la gente que se pierde en el bosque! El lobo le dijo: -¡Eso es mentira! La verdad es que todo el mundo huye de mí al verme, no he atacado a nadie. -En el pueblo también dicen que eres tu quien se come a las ovejas de los granjeros. Y el lobo le contestó: -Yo nunca me he comido las ovejas de esos granjeros, lo que pasa es que se escapan y muchas se pierden por el bosque. -¿Entonces si no querías comerme por qué me has seguido? -Porque se te había caído esta cesta. -El lobo le dio la cesta y le dijo- Estoy harto de que me tomen por malo solo por ser de mi especie. ¿Por cierto que haces tú en el bosque a estas horas?
-Voy a llevarle a mi abuela, que está enferma, la cena de Nochebuena. Si quieres puedes venir conmigo y cenamos todos juntos. –Iré encantado.
Empezaron a caminar y al rato llegaron a la casa de la abuela de Caperucita. Cuando su abuela abrió la puerta casi se desmaya al ver al lobo pero después Caperucita le dijo que era bueno y al final le dejó entrar y cenaron todos juntos.
Después de esto todos los habitantes del pueblo supieron que el lobo era bueno y nunca jamás volvieron a prejuzgar a alguien por su apariencia.


LA NAVIDAD DEL PATITO FEO. Fátima Gonzalvo. 2º A . Segundo premio


Una bonita tarde de verano, en una lejana granja, una mamá pata empollaba sus huevos. Siempre  sus patitos habían sido los más bonitos y ágiles del lugar.
Después de una larga espera, llegó el gran día, los cascarones comenzaron a romperse poquito a poco y salieron seis hermosos patitos blancos llenando de felicidad a sus padres y amigos. Nadie se daba cuenta de que faltaba uno, ¡el huevo más grande!
Todo el mundo esperaba con emoción la llegada del más tardío.
Al cabo de varios minutos, el cascarón comenzó a romperse, primero salió el pico, luego el cuerpo y finalmente las patas. Todos se sorprendieron ¡un feísimo y torpe patito gris había salido de aquel último huevo! Risas y burlas fueron lo primero que escuchó nuestro patoso patito. Tan feo lo vieron que  todo el mundo comenzó a llamarlo el patito feo.
La mamá pata, avergonzada, lo apartaba con en ala para intentar que se fijasen en sus otros seis preciosos  patitos. Él volvía a acercarse y a intentar encontrar su lugar.
Conforme se acercaba la Navidad,  el patito gris se había convertido en un pato grandullón y desgarbado, mientras que el resto de sus hermanos eran muy lindos y resueltos.  ¡Todos se reían de él y le ridiculizaban! El patito patoso se empezó a dar cuenta de que ese no era su lugar.
Un día, la mamá pata se puso muy enferma, ninguno de sus seis bonitos patitos tenía tiempo para atenderla, estaban muy ocupados en sus juegos y en acicalarse para estar siempre hechos unos pimpollos, eran todos unos egoístas.  El único que  le cuidó y le ofreció su cariño fue el patito feo que, a pesar de ser feo, era el más amable. Sus mimos y atenciones le ayudaron a recuperarse, pero los ojos de la mamá pata no vieron la hermosura de aquel pato larguirucho, y una vez más lo dejó solo.
El patito se sentía triste y solo,  allí no encajaba.
Una mañana, una bella conejita muy asustada pidió ayuda a los patitos  para buscar a su hijo que se había perdido, todos se negaron, era un peligro adentrarse en aquel helado y enorme bosque, el único que se ofreció fue nuevamente el patito feo. Tras una larga búsqueda el patito y la conejita regresaron con el gazapo sano y salvo. El susto y el frío hicieron que la conejita  corriera rápidamente a su casa y olvidara la palabra “gracias”.
El patito patoso regreso a la hora de la cena, no había probado bocado y un pequeño pollito picoteaba su ración sin ningún permiso. El patito pensó que compartir su comida era lo mejor para los dos. Una vez terminado de cenar el pollito se marchó corriendo con la barriguita llena y no cruzó ni media palabra con él. ¡Ja, ja, ja, además de feo, tontorrón! Dijeron sus hermanos. El patito feo callaba y se apartaba, seguía pensando que ese no era su lugar.
Por fin llegó el día de Navidad, los patitos guapos esperaban ansiosos sus regalos. Todos recibieron grandes regalos excepto el patito feo, lo que nuevamente fue motivo de burlas y de risas.
El patito feo harto de tanto desprecio decidió marcharse a un estanque lejano. Allí encontró a unos bellos cisnes. Pensó que sería muy hermoso nadar junto a ellos. Tímidamente les preguntó ¿puedo ir con vosotros? Ellos le respondieron ¡Claro, tu generosidad y ayuda sin esperar nada a cambio te ha convertido en uno de los nuestros! Él no sabía a qué se referían hasta que se vio en el reflejo del agua convertido en un majestuoso, elegante, espectacular y radiante cisne blanco. ¡Al final si que había tenido un regalo de Navidad, su belleza interior  le había convertido en un  cisne blanco!

RICITOS DE ORO Y EL POLAR EXPRESS  Iustin Jivet ( 1º B) Premio especial 

Ricitos de Oro era una niña muy traviesa que no le gustaba nada la Navidad y no creía en ella, ni en Papá Noel.
Un día se escapó de casa y fue a pasear por el bosque. Se encontró una casita y entró en ella. Después cenó la sopa del plato pequeño y se echó a dormir en la cama más pequeña.
Se quedó profundamente dormida y empezó a soñar.
De repente oyó un ruido muy fuerte, oyó silbatos del tren y salió a ver.
El maquinista dijo: - ¡ Viajeros al tren!, - ¡ Viajeros al tren! Y luego Ricitos de Oro decidió acercarse al maquinista. El maquinista le preguntó que si iba a ir con ellos. Ricitos preguntó a donde y el maquinista le dijo que al Polo Norte que este tren se llamaba Polar Express.
La niña dijo que sí y subió al tren

Más tarde vio a los personajes de otros cuentos montados en el tren; Hamnsel y Gretel, Los tres cerditos,etc..
Se sentó al lado del osito pequeño. El osito pequeño le preguntó cómo se llamaba y ella respondió. Me llamo Ricitos de Oro.
Ella preguntó: ¿ Por qué vamos al Polo Norte? El osito pequeño respondió: Vamos a ver a Papá Noel.
Ricitos de Oro se echó a reir y dijo que no creía que existiese Papá Noel.
El osito pequeño le dijo que sí existe si crees en él y en la Navidad.
Ricitos de Oro dijo: ¡Qué tontería!
Paró el tren a recoger a otro pasajero. Recogió al Patito Feo. Todos se alegraron de tener otro pasajero.
Después se pusieron de nuevo en marcha, cantaron y vieron decoraciones en las ciudades que pasaban.
Después de mirar las decoraciones ya saliendo de las ciudades y empezaron a ver montañas heladas con lobos, águilas,etc..
En el tren cenaron pollo.
Ricitos de Oro empezaba a estar agusto con los personajes de los cuentos y empezaba a tener amigos.
Al poco rato empezaron a visualizar el Polo Norte y se estaban acercando más y más.
De repente, el tren se detuvo y vieron a los duendes de Papá Noel. Los duendes acompañaron a los visitantes a la casa de Papá Noel.
Ricitos de Oro empezó a creer que todo era verdad.
Entraron en la casa y vieron a Papá Noel.
Pidieron los regalos y ayudaron a los duendes a dar los regalos.
Cuando le tocó el turno a Ricitos de Oro hablar con Papá Noel, empezó a decir que antes no creía en él, pero que ahora sí y le pidió un cascabel.
También quería que la familia de ositos la trataran como parte de la familia.
Papá Noel respondió: ¡ Pues tendrás tu regalo! Y cree siempre en mí y en la Navidad.
Ricitos de Oro prometió hacerlo y papá Noel se alegró mucho.
Después todos volvieron al tren y se despidieron de los duendes y de Papá Noel. Cada personaje de cuento regresó a su cuento y Ricitos también.
Cuando se bajó del tren para ir a casa de los ositos, el maquinista le dijo ¡ Feliz Navidad! Y Ricitos le respondió lo mismo.
Ricitos entró en la casa y se echó a dormir.
Cuando se despertó no sabía si había sido un sueño o había sido real.
Pero sabía una cosa, hay que creer en Papá Noel y en la Navidad y ella lo hacía.
Cuando volvieron los ositos, Ricitos les pidió disculpas por entrar en su casa sin permiso pero que quería formar parte de la familia.
Los ositos le dijeron que ya formaba parte de ella.
Se quedó con ellas en Nochebuena para cenar y abrir los regalos. Ricitos abrió su regalo y miró su cascabel!!!
Por último Ricitos ya estaba feliz y le gustó siempre la Navidad


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