Los tres ganadores del concurso fuimos: Guillermo Enguita ( 3º A), Fátima Gonzalvo ( 2º A) y yo ( Iustin)
El premio fue un huevo Kinder grande con una sorpresa dentro.
Me gustó, ya que nunca había ganado un premio así. Me sentí orgulloso. Escuché una frase muy guay." Todos somos campeones en nuestro interior"
Aquí os dejamos unas fotos de la entrega de premios y los tres relatos ganadores
Caperucita Roja ( Guillermo Enguita Lahoz 3ºA) Primer premio
Había una vez, hace mucho una noche de Nochebuena, en un país muy lejano, una niña a la que llamaban Caperucita Roja, porque siempre llevaba una capa roja con capucha que le había hecho su abuela, a la que quería mucho.
Todos los años para Nochebuena su abuela iba a cenar con Caperucita Roja y su madre. Por desgracia ese año no pudo ir, ya que estaba enferma. Su madre le dijo a Caperucita que fuese a casa de su abuela para hacerle compañía y llevarle un poco de la cena que había preparado.
Caperucita cogió una cesta y la llenó con la carne y el pastel que había preparado su madre. Se despidió de su madre y salió de casa .Después, se dirigió hacia el sendero, que atravesaba un bosque, que conducía al pueblo en el que vivía su abuela.
Era de noche y hacía frío, pero aun así Caperucita se paraba a observar todo lo que encontraba por su camino y a explorar cualquier lugar que pareciese interesante. Durante un rato paseó tranquilamente, sin ninguna preocupación, hasta que se encontró con un lobo.
Todas las personas del pueblo decían que el lobo que vivía en aquel bosque era un lobo muy malvado y despiadado, que se comía a todas las ovejas de los rebaños y atacaba a la gente que se perdía en el bosque. Caperucita asustada, al verlo soltó la cesta y empezó a correr.
El lobo intentó seguirla y al poco rato la alcanzó. Para la sorpresa de Caperucita el lobo no le comió, en su lugar le dijo: -¿Eh por qué huyes de mí? , no te he hecho nada. A lo que caperucita contestó: -¡Porque todos los del pueblo dicen que eres malvado y que atacas a la gente que se pierde en el bosque! El lobo le dijo: -¡Eso es mentira! La verdad es que todo el mundo huye de mí al verme, no he atacado a nadie. -En el pueblo también dicen que eres tu quien se come a las ovejas de los granjeros. Y el lobo le contestó: -Yo nunca me he comido las ovejas de esos granjeros, lo que pasa es que se escapan y muchas se pierden por el bosque. -¿Entonces si no querías comerme por qué me has seguido? -Porque se te había caído esta cesta. -El lobo le dio la cesta y le dijo- Estoy harto de que me tomen por malo solo por ser de mi especie. ¿Por cierto que haces tú en el bosque a estas horas?
-Voy a llevarle a mi abuela, que está enferma, la cena de Nochebuena. Si quieres puedes venir conmigo y cenamos todos juntos. –Iré encantado.
Empezaron a caminar y al rato llegaron a la casa de la abuela de Caperucita. Cuando su abuela abrió la puerta casi se desmaya al ver al lobo pero después Caperucita le dijo que era bueno y al final le dejó entrar y cenaron todos juntos.
Después de esto todos los habitantes del pueblo supieron que el lobo era bueno y nunca jamás volvieron a prejuzgar a alguien por su apariencia.
LA
NAVIDAD DEL PATITO
FEO. Fátima Gonzalvo. 2º A . Segundo premio
Una bonita tarde de verano, en una lejana
granja, una mamá pata empollaba sus huevos. Siempre sus patitos habían sido los más bonitos y
ágiles del lugar.
Después de una larga espera, llegó el gran
día, los cascarones comenzaron a romperse poquito a poco y salieron seis
hermosos patitos blancos llenando de felicidad a sus padres y amigos. Nadie se
daba cuenta de que faltaba uno, ¡el huevo más grande!
Todo el mundo esperaba con emoción la
llegada del más tardío.
Al cabo de varios minutos, el cascarón
comenzó a romperse, primero salió el pico, luego el cuerpo y finalmente las
patas. Todos se sorprendieron ¡un feísimo y torpe patito gris había salido de
aquel último huevo! Risas y burlas fueron lo primero que escuchó nuestro patoso
patito. Tan feo lo vieron que todo el
mundo comenzó a llamarlo el patito feo.
La mamá pata, avergonzada, lo apartaba con
en ala para intentar que se fijasen en sus otros seis preciosos patitos. Él volvía a acercarse y a intentar
encontrar su lugar.
Conforme se acercaba la Navidad , el patito gris se había convertido en un pato
grandullón y desgarbado, mientras que el resto de sus hermanos eran muy lindos
y resueltos. ¡Todos se reían de él y le
ridiculizaban! El patito patoso se empezó a dar cuenta de que ese no era su
lugar.
Un día, la mamá pata se puso muy enferma,
ninguno de sus seis bonitos patitos tenía tiempo para atenderla, estaban muy
ocupados en sus juegos y en acicalarse para estar siempre hechos unos
pimpollos, eran todos unos egoístas. El
único que le cuidó y le ofreció su
cariño fue el patito feo que, a pesar de ser feo, era el más amable. Sus mimos
y atenciones le ayudaron a recuperarse, pero los ojos de la mamá pata no vieron
la hermosura de aquel pato larguirucho, y una vez más lo dejó solo.
El patito se sentía triste y solo, allí no encajaba.
Una mañana, una bella conejita muy asustada
pidió ayuda a los patitos para buscar a
su hijo que se había perdido, todos se negaron, era un peligro adentrarse en
aquel helado y enorme bosque, el único que se ofreció fue nuevamente el patito
feo. Tras una larga búsqueda el patito y la conejita regresaron con el gazapo
sano y salvo. El susto y el frío hicieron que la conejita corriera rápidamente a su casa y olvidara la
palabra “gracias”.
El patito patoso regreso a la hora de la
cena, no había probado bocado y un pequeño pollito picoteaba su ración sin ningún
permiso. El patito pensó que compartir su comida era lo mejor para los dos. Una
vez terminado de cenar el pollito se marchó corriendo con la barriguita llena y
no cruzó ni media palabra con él. ¡Ja, ja, ja, además de feo, tontorrón!
Dijeron sus hermanos. El patito feo callaba y se apartaba, seguía pensando que
ese no era su lugar.
Por fin llegó el día de Navidad, los
patitos guapos esperaban ansiosos sus regalos. Todos recibieron grandes regalos
excepto el patito feo, lo que nuevamente fue motivo de burlas y de risas.
El patito feo harto de tanto desprecio
decidió marcharse a un estanque lejano. Allí encontró a unos bellos cisnes.
Pensó que sería muy hermoso nadar junto a ellos. Tímidamente les preguntó
¿puedo ir con vosotros? Ellos le respondieron ¡Claro, tu generosidad y ayuda
sin esperar nada a cambio te ha convertido en uno de los nuestros! Él no sabía
a qué se referían hasta que se vio en el reflejo del agua convertido en un
majestuoso, elegante, espectacular y radiante cisne blanco. ¡Al final si que
había tenido un regalo de Navidad, su belleza interior le había convertido en un cisne blanco!
RICITOS DE ORO Y EL POLAR EXPRESS Iustin Jivet ( 1º B) Premio especial
Ricitos de
Oro era una niña muy traviesa que no le gustaba nada la Navidad y no creía en
ella, ni en Papá Noel.
Un día se
escapó de casa y fue a pasear por el bosque. Se encontró una casita y entró en
ella. Después cenó la sopa del plato pequeño y se echó a dormir en la cama más
pequeña.
Se quedó
profundamente dormida y empezó a soñar.
De repente
oyó un ruido muy fuerte, oyó silbatos del tren y salió a ver.
El
maquinista dijo: - ¡ Viajeros al tren!, - ¡ Viajeros al tren! Y luego Ricitos
de Oro decidió acercarse al maquinista. El maquinista le preguntó que si iba a
ir con ellos. Ricitos preguntó a donde y el maquinista le dijo que al Polo Norte
que este tren se llamaba Polar Express.
La niña
dijo que sí y subió al tren
Más tarde
vio a los personajes de otros cuentos montados en el tren; Hamnsel y Gretel,
Los tres cerditos,etc..
Se sentó al
lado del osito pequeño. El osito pequeño le preguntó cómo se llamaba y ella
respondió. Me llamo Ricitos de Oro.
Ella
preguntó: ¿ Por qué vamos al Polo Norte? El osito pequeño respondió: Vamos a
ver a Papá Noel.
Ricitos de
Oro se echó a reir y dijo que no creía que existiese Papá Noel.
El osito
pequeño le dijo que sí existe si crees en él y en la Navidad.
Ricitos de
Oro dijo: ¡Qué tontería!
Paró el
tren a recoger a otro pasajero. Recogió al Patito Feo. Todos se alegraron de
tener otro pasajero.
Después se
pusieron de nuevo en marcha, cantaron y vieron decoraciones en las ciudades que
pasaban.
Después de
mirar las decoraciones ya saliendo de las ciudades y empezaron a ver montañas
heladas con lobos, águilas,etc..
En el tren
cenaron pollo.
Ricitos de
Oro empezaba a estar agusto con los personajes de los cuentos y empezaba a
tener amigos.
Al poco
rato empezaron a visualizar el Polo Norte y se estaban acercando más y más.
De repente,
el tren se detuvo y vieron a los duendes de Papá Noel. Los duendes acompañaron
a los visitantes a la casa de Papá Noel.
Ricitos de
Oro empezó a creer que todo era verdad.
Entraron en
la casa y vieron a Papá Noel.
Pidieron
los regalos y ayudaron a los duendes a dar los regalos.
Cuando le
tocó el turno a Ricitos de Oro hablar con Papá Noel, empezó a decir que antes
no creía en él, pero que ahora sí y le pidió un cascabel.
También
quería que la familia de ositos la trataran como parte de la familia.
Papá Noel
respondió: ¡ Pues tendrás tu regalo! Y cree siempre en mí y en la Navidad.
Ricitos de
Oro prometió hacerlo y papá Noel se alegró mucho.
Después
todos volvieron al tren y se despidieron de los duendes y de Papá Noel. Cada
personaje de cuento regresó a su cuento y Ricitos también.
Cuando se
bajó del tren para ir a casa de los ositos, el maquinista le dijo ¡ Feliz
Navidad! Y Ricitos le respondió lo mismo.
Ricitos
entró en la casa y se echó a dormir.
Cuando se
despertó no sabía si había sido un sueño o había sido real.
Pero sabía
una cosa, hay que creer en Papá Noel y en la Navidad y ella lo hacía.
Cuando
volvieron los ositos, Ricitos les pidió disculpas por entrar en su casa sin
permiso pero que quería formar parte de la familia.
Los ositos
le dijeron que ya formaba parte de ella.
Se quedó
con ellas en Nochebuena para cenar y abrir los regalos. Ricitos abrió su regalo
y miró su cascabel!!!
Por último
Ricitos ya estaba feliz y le gustó siempre la Navidad
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