Era una mañana fría del mes de enero, entré en el colegio y un niñito de unos seis años se acercó, me dio un besito en la mejilla... y me dijo: ¡Feliz día de Don Bosco! Y yo, que siempre he sido una persona de detalles, no puede disimular mi alegría, mi emoción y de alguna manera mi inquietud.
En el ambiente se vislumbraba que era un día especial, no uno de carreras y exámenes.... un día de abrazos, un día de celebración, un día para gritar a los cuatro vientos que somos educadores y que estamos orgullosos de ello...
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